Hace 14 años que miro el calendario y me hago la misma pregunta.
¿Cómo carajo me voy a sentir el 15 de Mayo de 2023?
Para quien no me conozca, esa pregunta puede sonar un poco chota o pasajera.
Pero como en mis párrafos me gusta bienvenir a todos, toca explicar.
Hace 14 años, concretamente a mis 13 años; me tocó despedirme de golpe de mi vieja.
Un 13 de Mayo le dije “Chau ma, me voy a dormir a lo de Franco” y nunca más la volví a ver.
Franco, mi primo, vivía a media cuadra de casa; concretamente en la esquina.
Era la casa de mi padrino también, era mi segunda casa. No estaba pidiéndole permiso, medio que estaba avisando por cortesía.
Jamás me hubiese dicho que no, una de las mejores cosas que alguien ha hecho por mi fue elegir a ‘El Pino’ como mi padrino.
Pero sin embargo, ella esa vez me preguntó si estaba seguro.
Yo no se como explicárselos claramente. En su momento, sentí algo raro, su pregunta me incomodó muchísimo sin razón aparente.
Solo me nació decirle “Si ¿Por qué no?”.
A lo que ella apretó sus labios, desvió la mirada hacia abajo por unas milésimas de segundo y me dijo “bueno, andá”.
Hasta el sol de hoy no dejé de preguntarme si ella sabía que se iba a morir a la mañana siguiente.
Hasta yo en su momento creo que manejé esa idea en la cabeza, fue muy raro como nos despedimos; el quedarme a dormir en lo del Pino nunca fue una cosa tan protocolar.
Por más escéptico que sea, uno intuye cuando la parca anda merodeando a los suyos.
Meses antes tuve sueños, divagues de imaginación y pensamientos de que eso podía pasar.
Pero era un niño, a pesar de que en casa nos quedábamos seguido sin pan y desayunábamos violencia; mi imaginación podía ver su muerte o la ceremonia presidencial luego de haberle hecho 6 goles a Perú en la final del mundial, en igualdad de proporciones.
Nunca lo tomé en serio.
Pero quizás ella que ya era adulta y tenía muchos problemas y poco tiempo para jugar con su imaginación si pudo verlo. Quizás los segundos que se tomó en marcar esa expresión facial hayan sido de los más largos y dolorosos de su vida.
Nunca lo sabré y ojalá pueda dejar de preguntármelo.
Lo que sí sé, es que mis últimas palabras no fueron ni un Gracias, ni un Te Amo, ni nada precioso que pueda recordar con orgullo. Sino más bien una pregunta desconectada de su contexto y típica de los últimos destellos de inocencia que me quedaban.
Hoy en día reconozco algunas de las lastimaduras que me ha dejado el trauma y quizás la cicatriz más linda es aquella que se me ocurrió curar con amor.
Esa cicatriz me recuerda sus labios comprimidos, su mirada baja y ccmo retomó el contacto visual para decirme “bueno, anda”.
Esa es la cicatriz que me hace decirle a todos los que veo que los quiero mucho antes de irme o de que se vayan.
Esa cicatriz me invita a acompañar a Sofía todas las mañanas hasta la puerta antes de que se vaya a su trabajo para decirle “Te amo, que tengas un hermoso día” casi religiosamente. Aunque nos hayamos rajado a puteadas 10 minutos antes.
Esa cicatriz me recuerda que no le dije que la amaba. Pero no me juzga.
Esa cicatriz aprendió que si bien me quedaba poco de inocencia, todavía tenía resquicios de la misma y los celebra.
Hoy, oficialmente llevo más años existiendo por mi cuenta, que con mi madre de guía.
Llevo 14 años preguntándome cómo es que sería este día.
Y lamentablemente para esos 14 Tinfas que hoy se reunieron para ver quien había estado más cerca en la penca; todos le erraron.
Me imaginé de mil formas, pero jamás en donde estoy, como estoy y por sobre todas las cosas: feliz.
Los entiendo a mis colegas de años anteriores, es inusual encontrar felicidad en la solemnidad del duelo.
Y con lo emo autodestructivo que soy, -y fui- este tampoco era el panorama más factible.
Pero estoy feliz por como me encuentra este 15 de Mayo.
Estoy feliz porque aprendí a valorar las cicatrices en lugar de culparme por tenerlas.
Aprendí a encontrarles la belleza en vez buscar algún químico que me ayude a borrarlas de mi piel -o de la cabeza-.
He dejado de buscar el orgullo en su memoria.
He escuchado mil veces la frase “ella estaría orgullosa de vos” y en un punto hasta entré en un espiral tóxico por perseguirla.
Llevo 14 años tratando de hacer que se sienta orgullosa de mi. Me he esforzado tanto que me olvide de yo estar orgulloso de mi mismo -valga todas, todísimas las redundancias posibles-.
Dejé de pelear con mi decisión de haber ido esa noche a lo de Franco a jugar al play 2 y esperar a que se duerman sus padres para ver alguna teta de canuto en el canal 72.
Entendí que lo intrascendente de porque elegí ir a lo de mis primos no debería agregarle trascendencia al asunto.
Dejé de sentir que le fallé al haberme ido. Acepté el dolor de que nuestra despedida no haya sido memorable.
Y aunque me cueste imaginar como era ella, aunque los recuerdos -y todo lo que consumí para olvidarme de lo mucho que dolía- me jueguen una mala pasada y no sepa qué me diría ella en una conversación inventada; tengo claro lo que yo le diría:
Chau má,
Te amo.