La inefable necesidad de hacerme la cabeza.

Llega siempre este momento, en cada cíclo de mi vida.
Llega siempre este sentimiento. No importa cuan rápido o qué tan bien esté corriendo la carrera.

Él siempre llega.

Disfrazado de pequeñeces se acerca, teñido de irrelevancia va acomodandose en el living de mi cabeza. Y para cuando quiero recordar, es él quien me abre y me cierra la puerta cuando tengo que salir al mundo exterior.

Hoy lo encontré muy cómodo cagando y fumandose un tabaco en el rincón donde irónicamente voy a limpiarme, pero usualmente es la parte más sucia de toda mi cabeza.

- ¿Ya estás acá? ¡¿Qué raro?! Generalmente demorás más en llegar. - Dijo estableciendo un siniestro contacto visual. Prolongado y acompañado de gesticulaciones sobradoras.

- Sí, tenía ganas de estar más tiempo acá. Paso todo el día afuera, necesito descansar un poco más - Respondí ignorando que me irritaba su presencia.

- Bueno vení, acomodate, contame que te pasa. Estoy acá para ayudarte a razonar, por algo viniste a mi. - Dijo a sabiendas de mi debilidad por él. Estaba esperando a que me quiebre mientras él sostenía la sonrisa más cinica posible.

- Todos me mienten, ya no sé como evitarlo. Los miro fijamente a las córneas, yo sé que me mienten, puedo verlo en el temblequeo de sus labios. - Comencé a desahogar sin oponer la mínima resistencia. No puedo evitarlo, me hace las cosas más dinámicas de procesar.

- Ah bien, estás aplicando eso de analizar que vimos la otra vez en esa película. Contame ¿Hubo alguna contradicción? ¿Quién te está mintiendo? Quiero saberlo todo - Dijo mientras palmeaba un asiento cerca suyo como indicandome el lugar para sentarme.

Luego de apoyarme sobre el taburete a su lado, apagó su tabaco en mi rodilla.
Me dolió, pero se lo permití.
Después de todo, tengo que pasarla un poco mal para equiparar lo bien que me hace sentir.

- Dale, soltame tos boludeces. No tengo tanto tiempo - Él amaba ahorcarme con sus palabras, terminaba rogandole que me respire cerca para poder alcanzar algo de oxigeno. Eso le daba poder, lo engrandecía.

- Todos se contradicen, estoy seguro. Siempre que me va bien en algo o en algún aspecto, es inevitable que algo rompa absolutamente todo y me vuelva a recordar que no me lo merezco. - Solté, como quien vomita mierda.

- Es verdad, no te lo mereces, pero lo cierto es que sos bastante inteligente. Podes ver los sucesos antes de que se conviertan en una consecuencia. Podes apurarte y tomar el primer movimiento. Siempre vas a recuperar el timón de tu vida, pero no siempre vas a merecerte el barco. - Expresó.

Pasé toda la noche en vela, deseando que se vaya de mi casa para poder dormir en paz. Pero en cambio, parecíamos dos duros escapistas. Nos perseguimos las orejas hasta que la nariz no nos dió para más y para cuando logré dejarlo ir, ya estaba amaneciendo.

Con el sonido de los pájaros de la fisura me senté a escribir como todas y cada una de las veces en las que me fue bien, la paranoia me consumió. Como cada vez que algo iba bien, tendía a buscar más allá de lo que estaba viendo, esperanzado por la dopamina lastimosa de encontrar lo que no quería.
Como siempre, siempre busqué no ilusionarme con nada, para no romperme en mil pedazos si algo malo sucedía.
Como siempre me encargué de que si lo malo no sucedía, yo lo hacía suceder.

Terminé por entender como -sin darme cuenta- logré todas y cada una de las veces, que los malos sucesos sucedan por culpa de mi sugestión. Como fui creando versiones alternativas de las cosas y con la fuerza de la imaginación, terminé traspolandolas a la realidad.

Ahora que lo pienso, pasé mucho tiempo buscando señales y generando consecuencias.
Ahora que lo digiero, confundía las causas con las consecuencias.
Ahora que lo entiendo, él y yo, somos la misma persona y nuestro único código es que nos decimos lo que queremos escuchar, pero ¿Por qué quisimos escuchar eso?