1
Soy un hombre de alma nómade, un viajero sin rumbo. Me mueve la necesidad de moverme. Encuentro la motivación en los caminos y no en los destinos.
Nací en un pueblo perdido en el medio de la nada, donde hace muchos años algunas personas se establecieron para escaparse del mundo y les salió tan bien, que la mayoría actualmente no sabe a que bandera responde.
Solo los más antiguos allí saben dentro de que país están y prefieren no hablar de eso. Se consideran independientes de todo lo que venga de afuera y tratan de 'no llamar a la desgracia'. Motivo por el cual, tampoco hablan de eso.
No conocen de país ni fronteras, pero sin embargo conocen y juzgan muy bien a un forastero cuando se para frente a ellos.
Se sienten amenazados por todo lo diferente, por todo factor externo, por cualquier cosa que se aleje de sus conceptos ya establecidos.
Tienen miedo a perder su equilibrio y sus privilegios ya conocidos.
Porque desde el alcalde o el dueño de la taberna, hasta miguelito -el peon menos agraciado y más bruto de la región- tienen sus ventajas y sumisiones pactadas.
Y están bien con eso, porque las conocen y saben a que privilegios o compromisos pueden responder.
Hace 120 lunas, repito, que dejé el pueblo y si bien no puedo identificar cual fue el detonante que me llevó a juntar mis harapos y subirme a un caballo. Sé bien porqué estoy volviendo.
Estaba ya pasada la media-tarde, así que el sutil y melancólico tono sepia que regala siempre el sol al chocar contra la tierra árida y seca, ya se estaba empezando a tornar en un marrón putrefacto y decolorido como el polvaje de mis ropas.
Se sienten amenazados por todo lo diferente, por todo factor externo, por cualquier cosa que se aleje de sus conceptos ya establecidos.
Tienen miedo a perder su equilibrio y sus privilegios ya conocidos.
Porque desde el alcalde o el dueño de la taberna, hasta miguelito -el peon menos agraciado y más bruto de la región- tienen sus ventajas y sumisiones pactadas.
Y están bien con eso, porque las conocen y saben a que privilegios o compromisos pueden responder.
Hace 120 lunas, repito, que dejé el pueblo y si bien no puedo identificar cual fue el detonante que me llevó a juntar mis harapos y subirme a un caballo. Sé bien porqué estoy volviendo.
Hace mucho tiempo que veo su cara en las estrellas, en las pisadas de alguien más que ya caminó mis patrones, en el cauce de los ríos, en las grietas de los árboles, en el almidonado de las nubes y en donde sea que la mirada se me frene a tomar descanso.
No se confundan, no es amor, pero es el sentimiento que más se le parece.
Es ese sentimiento que te lleva a soñar de una manera egoísta el hecho de encontrarte a una persona en tu camino a fuerza de casualidades.
Es ese sentimiento que te lleva a imaginar cosas inviables en la realidad y crearte conversaciones o momentos en tu cabeza que rara vez llegan a pasar.
Pero esta vez tomé la decisión de romper la barrera que separa la realidad, de mi imaginación.
Tomé un respiro profundo y allí me ví; frente al arco de entrada que pobremente habían improvisado los primeros pobladores de ahí, hace no más de 50 o 60 años:
Me vi quitando la montura del caballo y tomando la última menudencia de agua que pude racionar desde que comencé mi viaje.
Es ese sentimiento que te lleva a imaginar cosas inviables en la realidad y crearte conversaciones o momentos en tu cabeza que rara vez llegan a pasar.
Pero esta vez tomé la decisión de romper la barrera que separa la realidad, de mi imaginación.
Tomé un respiro profundo y allí me ví; frente al arco de entrada que pobremente habían improvisado los primeros pobladores de ahí, hace no más de 50 o 60 años:
Me vi quitando la montura del caballo y tomando la última menudencia de agua que pude racionar desde que comencé mi viaje.
Estaba ya pasada la media-tarde, así que el sutil y melancólico tono sepia que regala siempre el sol al chocar contra la tierra árida y seca, ya se estaba empezando a tornar en un marrón putrefacto y decolorido como el polvaje de mis ropas.
Con las riendas del caballo en mis manos y el escaso equipaje colgado sobre mí -entré- camuflándome como un comerciante más.
Sobre la principal, entre la cantina y la iglesia, había un aparcadero donde pude atar a mi equino para que descanse.
Sobre la principal, entre la cantina y la iglesia, había un aparcadero donde pude atar a mi equino para que descanse.
Mientras lo alimentaba y le llenaba un balde con agua, sentí la mirada curiosa de los locales que cada vez se acercaban más a mi. Entendí que no era buena idea quedarme ahí, entonces decidí comenzar a caminar con el paso más natural y definido que se me ocurrió, para poder darles la espalda y evitar que me reconozcan.
Pero no sabía a donde estaba yendo, entonces tuve que improvisar a medida que la suela de mis botas craqueaba pacíficamente sober el empedrado que se hacía llamar calle.
Lo único que se me ocurrió en ese momento fue ir donde vivía Miguelito. El último escalafón en la sociedad que yo recordaba. Rezando porque éste siga vivo, a pesar de tanto tiempo.
Pero no sabía a donde estaba yendo, entonces tuve que improvisar a medida que la suela de mis botas craqueaba pacíficamente sober el empedrado que se hacía llamar calle.
2
Lo único que se me ocurrió en ese momento fue ir donde vivía Miguelito. El último escalafón en la sociedad que yo recordaba. Rezando porque éste siga vivo, a pesar de tanto tiempo.
Miguelito era la única persona con el corazón suficiente para entenderme y la torpeza necesaria como para no jugarme en contra o correr a denunciarme. Ya que luego de pocas lunas fuera del pueblo, la gente se olvidaba de tu existencia y pasabas a tener la condición de extranjero, que era casi lo mismo que ser enemigo.
Terminé de concluir el pensamiento al mismo tiempo que me colaba por su ventana.
Allí estaba, tomando su whisky casero en un vaso corroido de naranja por el clima y la falta de higiene. Lo abordé por la espalda, tomándolo del cuello, haciéndole mordaza con mi mano izquierda y tapándole la nariz con la derecha.
Terminé de concluir el pensamiento al mismo tiempo que me colaba por su ventana.
Allí estaba, tomando su whisky casero en un vaso corroido de naranja por el clima y la falta de higiene. Lo abordé por la espalda, tomándolo del cuello, haciéndole mordaza con mi mano izquierda y tapándole la nariz con la derecha.
Sé que no fue la entrada más amigable, pero solo así podría haber logrado que me escuche.
- Miguelito, quizás no me recuerdes. Soy Jaime, el padre del difunto Santiago. No quiero lastimarte, no vengo a buscar tu sangre. Los motivos que me traen al pueblo son otros y estoy acá porque solo vos me podes ayudar ¿Te acordas quien soy? - Le dije, haciendo énfasis consciente en que dependía de él. Lo haría sentir especial, le daría una alegría ya que estaba cansado de ser el chiste del pueblo.
Le aflojé un poco el cuello y permití que vocalizara algo a modo de respuesta; pero claro, sin darle completa libertad, eso haría que grite del miedo.
- ¿J-J-Jaime? - Me dijo entre-salivando y ahogado por la fuerza que le estaba aplicando.
- Soy yo sí, voy a soltarte lentamente como muestra de que confío en vos, solo pido a cambio tu lealtad. Las recompensas van a ser impensables - Le dije y comencé a aflojarlo muy lentamente, hasta que me percaté de que no tenía intención alguna de delatarme.
Voltée una silla y me senté frente a él mientras tosía y recuperaba el aliento.
- ¿Qué haces acá? ¿Vos no estabas frío? ¡Hecatombe! Vos queres eso ¡Hecatombe! - Cabe destacar que Miguelito era un hombre pobremente ilustrado y a veces sus frases eran muy difíciles de interpretar. Motivo por el cual nadie lo tenía en cuenta en el pueblo. Pero también, por el cual yo disfrutaba muchísimo sentarnos a tomar juntos, era el único que no repetía lo mismo, o sí, pero al menos te obligaba a pensar para entenderlo.
- Vine porque hay un rostro que no me deja dormir; las estrellas, la vegetación, la tierra ¡Todo me lo recuerda! - Le respondí esperando que lo entienda de primera, sin subestimarlo.
- ¿Una mujer? Vos loco, loco. Alcalde orden dio de tu cabeza después de rodar la de Santiago ¡Muerte Jaime! ¡Muerte si te vieren por acá! - Me advirtió Miguelito.
- Miguelito, quizás no me recuerdes. Soy Jaime, el padre del difunto Santiago. No quiero lastimarte, no vengo a buscar tu sangre. Los motivos que me traen al pueblo son otros y estoy acá porque solo vos me podes ayudar ¿Te acordas quien soy? - Le dije, haciendo énfasis consciente en que dependía de él. Lo haría sentir especial, le daría una alegría ya que estaba cansado de ser el chiste del pueblo.
Le aflojé un poco el cuello y permití que vocalizara algo a modo de respuesta; pero claro, sin darle completa libertad, eso haría que grite del miedo.
- ¿J-J-Jaime? - Me dijo entre-salivando y ahogado por la fuerza que le estaba aplicando.
- Soy yo sí, voy a soltarte lentamente como muestra de que confío en vos, solo pido a cambio tu lealtad. Las recompensas van a ser impensables - Le dije y comencé a aflojarlo muy lentamente, hasta que me percaté de que no tenía intención alguna de delatarme.
Voltée una silla y me senté frente a él mientras tosía y recuperaba el aliento.
- ¿Qué haces acá? ¿Vos no estabas frío? ¡Hecatombe! Vos queres eso ¡Hecatombe! - Cabe destacar que Miguelito era un hombre pobremente ilustrado y a veces sus frases eran muy difíciles de interpretar. Motivo por el cual nadie lo tenía en cuenta en el pueblo. Pero también, por el cual yo disfrutaba muchísimo sentarnos a tomar juntos, era el único que no repetía lo mismo, o sí, pero al menos te obligaba a pensar para entenderlo.
- Vine porque hay un rostro que no me deja dormir; las estrellas, la vegetación, la tierra ¡Todo me lo recuerda! - Le respondí esperando que lo entienda de primera, sin subestimarlo.
- ¿Una mujer? Vos loco, loco. Alcalde orden dio de tu cabeza después de rodar la de Santiago ¡Muerte Jaime! ¡Muerte si te vieren por acá! - Me advirtió Miguelito.
- No Miguelito. El rostro que me impide dormir no es el de una dama, tampoco es el de Santiago. Es el del alcalde. Es venganza quien me trajo hasta acá otra vez. - Le respondí, creyendo que él sabía la historia.
- ¿Alcalde? ¿Que hiciere Alcalde para que arriesgues vida tuya? El dió órden de cabeza por forasteros, por ser de fuera - Me confirmó así, que no la sabía.
- No sé que falacia se correrá por acá compañero. Pero la realidad es que ese funesto personaje que dirige el pueblo, mantenía un romance con Santiago del cual yo sabía.
Y una vez, un lengua larga que desconozco, los vio expresándose su amor en privado.
El alcalde al constatarse de eso e ido por la pasión decidió darle ahorcamiento a ambos.
Al lengua larga en privado para que nadie sepa y a Santiago públicamente, para poder inventar algo relacionado con la traición y así asegurarse que yo tampoco pueda declarar en su contra. Porque él se anticipó a poner a la gente en nuestra contra. Hizo que todos creyeran que su acto de cobardía era la manifestación de la justicia. Eso pasó Miguelito y por eso volví al pueblo - Le expliqué
- ¿Por eso también abandonaste casa? Extrañé mucho hablaros contigo, único sos en el pueblo que escucha, único sos que no ordena cosas, único sos que respeta-me. - Me dijo entre lágrimas.
- Para serte honesto Miguelito no recuerdo porqué abandoné el pueblo, solo tengo claro porqué volví. Tengo hambre de venganza y voy a comerme la porción que dejé guardada. - Le respondí.
- ¡Planes planes planes planes planes! - Gritó Miguelito y fue corriendo a buscar algo a su catre.
Al volver me trajo una maqueta perfecta de la ciudad, con imitaciones de todos y cada uno de los habitantes del pueblo, con todos los locales, pasadizos y caballos que rondaban la zona.
- Esto juego trieste, cuando nadies quierenme escuchar ¡ACÁ SÍ ME ESCUCHAN TODES! - Gritó y se enojó consigo mismo, porque reconoce cuando no se expresa bien, y se frustra.
- ¿Alcalde? ¿Que hiciere Alcalde para que arriesgues vida tuya? El dió órden de cabeza por forasteros, por ser de fuera - Me confirmó así, que no la sabía.
- No sé que falacia se correrá por acá compañero. Pero la realidad es que ese funesto personaje que dirige el pueblo, mantenía un romance con Santiago del cual yo sabía.
Y una vez, un lengua larga que desconozco, los vio expresándose su amor en privado.
El alcalde al constatarse de eso e ido por la pasión decidió darle ahorcamiento a ambos.
Al lengua larga en privado para que nadie sepa y a Santiago públicamente, para poder inventar algo relacionado con la traición y así asegurarse que yo tampoco pueda declarar en su contra. Porque él se anticipó a poner a la gente en nuestra contra. Hizo que todos creyeran que su acto de cobardía era la manifestación de la justicia. Eso pasó Miguelito y por eso volví al pueblo - Le expliqué
- ¿Por eso también abandonaste casa? Extrañé mucho hablaros contigo, único sos en el pueblo que escucha, único sos que no ordena cosas, único sos que respeta-me. - Me dijo entre lágrimas.
- Para serte honesto Miguelito no recuerdo porqué abandoné el pueblo, solo tengo claro porqué volví. Tengo hambre de venganza y voy a comerme la porción que dejé guardada. - Le respondí.
- ¡Planes planes planes planes planes! - Gritó Miguelito y fue corriendo a buscar algo a su catre.
Al volver me trajo una maqueta perfecta de la ciudad, con imitaciones de todos y cada uno de los habitantes del pueblo, con todos los locales, pasadizos y caballos que rondaban la zona.
- Esto juego trieste, cuando nadies quierenme escuchar ¡ACÁ SÍ ME ESCUCHAN TODES! - Gritó y se enojó consigo mismo, porque reconoce cuando no se expresa bien, y se frustra.
Lo abracé para contener su llanto y cuando pudo recomponerse, me miró, dio un sorbo enorme a su whisky y empezó a acomodar las fichas de su maqueta.
- Alcalde mañana día último de la semana, va de iglesia a taberna, vecinos son así que pasa por adentro, no sale a la calle.
Acompañen dos siempre, encargados de su vida, protegerlo.
Eses van armados siempre ¡DERRINGER! ¡DERRINGER! - Gritó y me costó entender que se refería a sus armas.
- Tranquilo Miguelito, las Derringer solo tienen capacidad para una bala por carga, eso quiere decir que entre disparo y disparo hacen pausas para recargar. Además si son de doble cañon la herida no llega a ser considerable, solo lastima. Yo vengo con esto - Le dije y descalcé de mi cintura las dos pacificadoras con las que estaba cargando hace casi 60 lunas.
- ¿¡QUÉ SER?! - Miguelito no entendió mucho.
- Colt 45, las pacificadoras, fabricación yankee. No importan esos datos. Lo que nos sirve de todo esto es que tenemos un tambor, con 6 tiros cada uno, mientras ellos solo tienen uno por recarga. Si sabemos cuando actuar, ganamos. - Le dije y su expresión facial cambió por completo. Estaba confiado y feliz. Él desconocía la sensación de seguridad, eso desató su lengua y creatividad.
- Cuando sol venga vas a cantina para estar desde temprano sin sospeche. Vos sos comerciante de alimentes y estás en busqueda de vander. Van a decir que hables conmigo ya que yo manejes el almacen de comestibles. Ahí nos reunimos de vuelta y cuando alcalde cambie de edificio, va a aparecer detrás de barra, vos vas a estar sentado donde él pase por al lado.
Pocos segundos tenes para reacción, si te reconoce antes perdimos.
Yo cubro de guardias de él ¡Mañana verán pueblo quien es Miguelito! - Dijo con la sonrisa más grande que nunca pude capturarle, por fin haría algo trascendental, por fin lo notarían y se relamía solo de imaginarlo.
- ¿Dónde tenías escondida esa inteligencia? Jamás me lo esperé, vamos a usar tu plan hasta que yo tenga al alcalde.
No voy a matarlo, quiero hablar con él, así que vas a tener que encontrarme donde esconderlo. yo ya no conozco el pueblo. Está cambiado. - Le hice una última petición a Miguelito, pero no estaba concentrado en mis palabras, estaba sorprendido por su felicidad.
Entre tanto odio y miseria planificada, él estaba feliz.
Las cosas desde su perspectiva eran muy lindas y como él había sufrido tanto en su vida, no llegaba a comprender la maldad de nuestros actos. Solo que por fin lo notarían.
- Abrazaceme y dormire que mañana e' largo. - Me dijo y lo despedí con el abrazo más cálido y hermoso que pude darle a nadie.
No sabía si ese era nuestro último whisky, pero estaba eternamente agradecido por todos los que nos habíamos tomado antes.
Subimos, la cantina estaba vacía, pero aún se podía respirar la tensión y la incertidumbre que habíamos salpicado sobre las paredes.
Por los postigones se podía ver la gente del otro lado. Estaban todos agrupados tal y como se planeó. Miguelito ahora se llamaba Miguel para mí.
Con la pacificadora a la altura de sus riñones y tomándolo del brazo, fui llevándolo hasta la puerta.
Allí, la cara del pueblo fue de total sorpresa. A cualquiera de los dos nos consideraban muertos.
Muchos me recordaron cuando me anuncié, otros no sabían quien era y concluyeron que venía a tomar el pueblo por la fuerza. Los últimos instantáneamente me alabaron, me aplaudían mientras me dejaban sus vasos servidos a mis pies en señal de respeto.
La cara del alcalde era ilegible, no pude identificar su emoción, debe ser complicado descubrir que tu pueblo le es fiel al miedo y no a vos.
- Lo que me trae acá, frente a todos ustedes. Es contarles la verdad sobre quien es este hombre.
Hace 400 lunas aproximadamente llegamos acá, donde no existía nadie, donde no había nada.
Solo eramos un grupo de personas; de amigos, buscando escapar de los márgenes y sistemas sociales en los cuales no encajábamos. Pero las realidades se fueron presentando de determinadas formas y él quedó siendo el alcalde, debido a que tenía buena relación con todos y parecía el más justo.
Hasta el día en que se volteó y su moneda mostró la otra cara. Me cuesta mucho decirles todo esto. Me duele asumir que las mejores personas, en retrospectiva tienen la capacidad para ser las peores si se lo proponen.
Esta rata que ven acá, a quien muchos lo conocen solo por alcalde, se llama Mauricio.
Mauricio es una bola de mierda, disfrazada de un traje importado, status y decisiones razonbles.
Pero voy a ser un hombre justo y voy a contarles porque tengo a Mauricio bajo mi dominio en éste momento.
Hace 120 lunas, o diez años para quienes manejen el calendario; él tenía un romance clandestino con mi hijo. Romance del cual siempre supe y apoyaba a pesar de ser objetivo de risa de muchos de mis compañeros de bar. Pero aún así, eso estaba muy por debajo, muy en secreto y me consta que Mauricio estaba enamorado de Santiago -mi hijo-, por eso me duele mucho más lo que hizo.
Fueron descubiertos un día por una lengua de la que jamás se supo su identidad, porque Mauricio mandó a matar a esa lengua. Y para no negar su amor frente a él, también mató a Santiago. Condenándolo como traidor ante todos, haciéndolo pasar vergüenza y declarándonos como enemigos públicos del pueblo. Negando así sus sentimientos, para mantener su respeto.
Ojalá no haya dormido bien todos estos años y siga cansado, porque le voy a poner la almohada bajo la cabeza- Dije y le disparé sobre la sien. Vi la bala atravesarle la cabeza de izquierda a derecha.
Pero sentí que no fue suficiente.
Así que tomé su cadaver del piso y la única cosa que me quedaba para ridiculizarlo -según su concepto- y liberar al pueblo del tabú, fue besarlo.
- Alcalde mañana día último de la semana, va de iglesia a taberna, vecinos son así que pasa por adentro, no sale a la calle.
Acompañen dos siempre, encargados de su vida, protegerlo.
Eses van armados siempre ¡DERRINGER! ¡DERRINGER! - Gritó y me costó entender que se refería a sus armas.
- Tranquilo Miguelito, las Derringer solo tienen capacidad para una bala por carga, eso quiere decir que entre disparo y disparo hacen pausas para recargar. Además si son de doble cañon la herida no llega a ser considerable, solo lastima. Yo vengo con esto - Le dije y descalcé de mi cintura las dos pacificadoras con las que estaba cargando hace casi 60 lunas.
- ¿¡QUÉ SER?! - Miguelito no entendió mucho.
- Colt 45, las pacificadoras, fabricación yankee. No importan esos datos. Lo que nos sirve de todo esto es que tenemos un tambor, con 6 tiros cada uno, mientras ellos solo tienen uno por recarga. Si sabemos cuando actuar, ganamos. - Le dije y su expresión facial cambió por completo. Estaba confiado y feliz. Él desconocía la sensación de seguridad, eso desató su lengua y creatividad.
- Cuando sol venga vas a cantina para estar desde temprano sin sospeche. Vos sos comerciante de alimentes y estás en busqueda de vander. Van a decir que hables conmigo ya que yo manejes el almacen de comestibles. Ahí nos reunimos de vuelta y cuando alcalde cambie de edificio, va a aparecer detrás de barra, vos vas a estar sentado donde él pase por al lado.
Pocos segundos tenes para reacción, si te reconoce antes perdimos.
Yo cubro de guardias de él ¡Mañana verán pueblo quien es Miguelito! - Dijo con la sonrisa más grande que nunca pude capturarle, por fin haría algo trascendental, por fin lo notarían y se relamía solo de imaginarlo.
- ¿Dónde tenías escondida esa inteligencia? Jamás me lo esperé, vamos a usar tu plan hasta que yo tenga al alcalde.
No voy a matarlo, quiero hablar con él, así que vas a tener que encontrarme donde esconderlo. yo ya no conozco el pueblo. Está cambiado. - Le hice una última petición a Miguelito, pero no estaba concentrado en mis palabras, estaba sorprendido por su felicidad.
Entre tanto odio y miseria planificada, él estaba feliz.
Las cosas desde su perspectiva eran muy lindas y como él había sufrido tanto en su vida, no llegaba a comprender la maldad de nuestros actos. Solo que por fin lo notarían.
- Abrazaceme y dormire que mañana e' largo. - Me dijo y lo despedí con el abrazo más cálido y hermoso que pude darle a nadie.
No sabía si ese era nuestro último whisky, pero estaba eternamente agradecido por todos los que nos habíamos tomado antes.
3
Abrí los ojos antes de que cualquier gallo entone cualquier nota, el reloj biológico se amigó conmigo y nos dió un buen márgen de tiempo.
Miré por la ventana y aún no habían transeuntes en las calles, el naranjo distintivo de las madrugadas en el pueblo se coló violentamente por mis córneas y me quebró el temple de guerrero. Hacía mucho que no sentía, ni bien ni mal, lo tomé como un recordatorio de que estaba vivo.
'Hoy recupero tu sonrisa' dije al unísono de los gallos y quebrándome entre medio por alguna que otra lágrima que deslizaba mi semblante.
Cargué las dos pacificadoras y dejé la de Miguelito al lado de una botella de whisky cuya nota decía "Para mi amigo", con un corazón enorme -porque recordé que no sabía leer después de escribirlo-.
Salí otra vez del pueblo con mi equino para hacer toda la pantomima del comerciante de alimentos.
Y allí estaba otra vez, en la misma posición que ayer, tomando un sorbo de agua y un gran suspiro.
Miré por la ventana y aún no habían transeuntes en las calles, el naranjo distintivo de las madrugadas en el pueblo se coló violentamente por mis córneas y me quebró el temple de guerrero. Hacía mucho que no sentía, ni bien ni mal, lo tomé como un recordatorio de que estaba vivo.
'Hoy recupero tu sonrisa' dije al unísono de los gallos y quebrándome entre medio por alguna que otra lágrima que deslizaba mi semblante.
Cargué las dos pacificadoras y dejé la de Miguelito al lado de una botella de whisky cuya nota decía "Para mi amigo", con un corazón enorme -porque recordé que no sabía leer después de escribirlo-.
Salí otra vez del pueblo con mi equino para hacer toda la pantomima del comerciante de alimentos.
Y allí estaba otra vez, en la misma posición que ayer, tomando un sorbo de agua y un gran suspiro.
¿Quería que todo esto realmente pase? ¿Era necesario?
No estaba en momento de plantearme nada, así que volví a exhalar un suspiro, acomodé mi gorra con la punta del arma, prendí un tabaco y me adentré en el pueblo con mi caballo. Directo a la cantina.
- Dichoso colega ¿Me hace el favor de decirme su nombre y servirme un whisky a temperatura? - Recordé que a Ricky le gustaba que lo traten bien y destratar a los extranjeros.
- Mi nombre es Ricardo, su whisky se lo doy al tirón. - Me respondió, pero antes de poner el whisky delante mío, lo escupe y me queda mirando a los ojos.
- Yo a usted lo conozco - le dije en una jugada muy arriesgada, pretendía hacerme pasar por amante de alguna de sus hijas.
- Yo a usted también - Me dijo y se volteó sin permitirme una respuesta.
La pantalla del traficante de alimentos no fue necesaria, era muy temprano, solo eramos Ricardo, el whisky escupido y yo.
Miguelito llegó 20 minutos antes de que terminen las actividades religiosas y se sentó frente a mi pero no dijo una sola palabra. Su cara expresaba todo.
Me acomodé sobre la barra para tener una buena visión, ellos entrarían por el lado izquierdo, lo cual los dejaba a mis espaldas, pero de frente a Miguelito, quien casualmente se estaba mordiendo los labios por soltar pólvora a mansalva.
El alcalde entró a la cantina al mismo tiempo que sonaban los últimos acordes del órgano de tubos en el salón de al lado, instantáneamente y casi a coro musical Miguelito soltó pólvora con una frialdad y puntería dignas de reconocer y enmarcar.
No estaba en momento de plantearme nada, así que volví a exhalar un suspiro, acomodé mi gorra con la punta del arma, prendí un tabaco y me adentré en el pueblo con mi caballo. Directo a la cantina.
- Dichoso colega ¿Me hace el favor de decirme su nombre y servirme un whisky a temperatura? - Recordé que a Ricky le gustaba que lo traten bien y destratar a los extranjeros.
- Mi nombre es Ricardo, su whisky se lo doy al tirón. - Me respondió, pero antes de poner el whisky delante mío, lo escupe y me queda mirando a los ojos.
- Yo a usted lo conozco - le dije en una jugada muy arriesgada, pretendía hacerme pasar por amante de alguna de sus hijas.
- Yo a usted también - Me dijo y se volteó sin permitirme una respuesta.
La pantalla del traficante de alimentos no fue necesaria, era muy temprano, solo eramos Ricardo, el whisky escupido y yo.
Miguelito llegó 20 minutos antes de que terminen las actividades religiosas y se sentó frente a mi pero no dijo una sola palabra. Su cara expresaba todo.
Me acomodé sobre la barra para tener una buena visión, ellos entrarían por el lado izquierdo, lo cual los dejaba a mis espaldas, pero de frente a Miguelito, quien casualmente se estaba mordiendo los labios por soltar pólvora a mansalva.
El alcalde entró a la cantina al mismo tiempo que sonaban los últimos acordes del órgano de tubos en el salón de al lado, instantáneamente y casi a coro musical Miguelito soltó pólvora con una frialdad y puntería dignas de reconocer y enmarcar.
Le bastaron tres disparos para dejar a los dos escoltas del alcalde haciendo charco en el piso. Y éste, como planificado, al intentar escapar tropezó con los cuerpos de sus escoltas.
En ese mismo instante yo me di vuelta y lo tomé por el cuello, dejándole el arma en la sien.
"Vos te vas conmigo, esta pieza la bailamos juntos" le dije.
Ya con la víctima asegurada bajo mi control miré a todos lados dentro de esa habitación y el único que estaba mirándome era Ricardo.
- Siempre supe que las cosas no iban a quedar así - Me dijo y abrió la puerta del sótano.
En ese mismo instante yo me di vuelta y lo tomé por el cuello, dejándole el arma en la sien.
"Vos te vas conmigo, esta pieza la bailamos juntos" le dije.
Ya con la víctima asegurada bajo mi control miré a todos lados dentro de esa habitación y el único que estaba mirándome era Ricardo.
- Siempre supe que las cosas no iban a quedar así - Me dijo y abrió la puerta del sótano.
4
Bajé con su cuerpo y cerré la puerta que convertía el techo en piso. La paranoia que se escuchaba por fuera se encargaba de enmudecernos.
A punta de pistola lo senté en el piso.
- ¿Te acordas? - Le dije mientras inclinaba mi cabeza 25 grados hacia la derecha, en señal de comprensión, irónica.
- ¿Quién sos? ¿Qué pretendes? - Me dijo, pretendiendo desconocer que estaba pasando.
- Sé que va a sonar muy armado todo esto, pero hace años que necesitaba esto. Tantos, que quizás para vos ya no es historia presente ¿Te acordas de Santiago? - Le dije y observé como cambió su cara, sentí sus nervios, su sorpresa, sus miedos y todas las noches de insomnio que yo había pasado, por un segundo creí que fueron mutuas
- ¿J-J-Jaime? - Preguntó
- El mismo, el mismo que le dio vida a tu amante, el mismo que lo crío y lo escuchó tanto llorar como reír con anécdotas que te involucraban. El mismo que no solo sufrió su muerte, sino tu negligencia. El mismo que sintió en carne y hueso cuando decidiste colgarlo públicamente luego de difamarlo en lugar de asumir lo que pasaba entre ustedes. Te vi disfrazar cobardía de justicia y hoy vengo a abogar desde el infierno. Que cuando vuelva, te voy a llevar conmi..- Estaba diciendo.
A punta de pistola lo senté en el piso.
- ¿Te acordas? - Le dije mientras inclinaba mi cabeza 25 grados hacia la derecha, en señal de comprensión, irónica.
- ¿Quién sos? ¿Qué pretendes? - Me dijo, pretendiendo desconocer que estaba pasando.
- Sé que va a sonar muy armado todo esto, pero hace años que necesitaba esto. Tantos, que quizás para vos ya no es historia presente ¿Te acordas de Santiago? - Le dije y observé como cambió su cara, sentí sus nervios, su sorpresa, sus miedos y todas las noches de insomnio que yo había pasado, por un segundo creí que fueron mutuas
- ¿J-J-Jaime? - Preguntó
- El mismo, el mismo que le dio vida a tu amante, el mismo que lo crío y lo escuchó tanto llorar como reír con anécdotas que te involucraban. El mismo que no solo sufrió su muerte, sino tu negligencia. El mismo que sintió en carne y hueso cuando decidiste colgarlo públicamente luego de difamarlo en lugar de asumir lo que pasaba entre ustedes. Te vi disfrazar cobardía de justicia y hoy vengo a abogar desde el infierno. Que cuando vuelva, te voy a llevar conmi..- Estaba diciendo.
- Yo lo amabaa - Me interrumpió.
- Callate, no se trata de eso ahora, porque en caso de que lo hayas amado, tu reputación pudo más y trataste de esconderlo. Hasta hoy. Parate, dale ¡Dale! - Le dije y a punta de pistola, lo tomé de un brazo para ponerlo de pie.
- ¿Sabes qué va a pasar? - Pregunté.
- ¿Me voy a morir? - Resspondió con mas incógnitas
- Eso no lo tengo definido aún. Lo que va a pasar es que para esperar a que el pueblo calme y para compensar todas esas noches donde las constelaciones me dibujaban tus facciones, me voy a quedar mirándote el tiempo que sea necesario hasta que normalice el asco que me das y pueda perdonarte, o no. - Y así fue. Nos quedamos más de 5 horas mirándonos a los ojos, cada vez que atinaba a decir una palabra, lo amenazaba con gestos y éste se llamaba a silencio. Cinco intensas horas que se quedaron sumamente cortas para intentar materializar mis sentimientos.
Hasta que Miguelito me golpea como estaba planificado lo que para mí era el techo y para él, el piso. Señal de que el pueblo ya estaba mas calmado y que los había reunido a todos en la puerta de la cantina.
- ¿Escuchaste eso? Fue el contador de tu vida, te llegó la factura. Vamos, afuera y haciendo moñitas que tenemos un show que presentar.
- Callate, no se trata de eso ahora, porque en caso de que lo hayas amado, tu reputación pudo más y trataste de esconderlo. Hasta hoy. Parate, dale ¡Dale! - Le dije y a punta de pistola, lo tomé de un brazo para ponerlo de pie.
- ¿Sabes qué va a pasar? - Pregunté.
- ¿Me voy a morir? - Resspondió con mas incógnitas
- Eso no lo tengo definido aún. Lo que va a pasar es que para esperar a que el pueblo calme y para compensar todas esas noches donde las constelaciones me dibujaban tus facciones, me voy a quedar mirándote el tiempo que sea necesario hasta que normalice el asco que me das y pueda perdonarte, o no. - Y así fue. Nos quedamos más de 5 horas mirándonos a los ojos, cada vez que atinaba a decir una palabra, lo amenazaba con gestos y éste se llamaba a silencio. Cinco intensas horas que se quedaron sumamente cortas para intentar materializar mis sentimientos.
Hasta que Miguelito me golpea como estaba planificado lo que para mí era el techo y para él, el piso. Señal de que el pueblo ya estaba mas calmado y que los había reunido a todos en la puerta de la cantina.
- ¿Escuchaste eso? Fue el contador de tu vida, te llegó la factura. Vamos, afuera y haciendo moñitas que tenemos un show que presentar.
5
Subimos, la cantina estaba vacía, pero aún se podía respirar la tensión y la incertidumbre que habíamos salpicado sobre las paredes.
Por los postigones se podía ver la gente del otro lado. Estaban todos agrupados tal y como se planeó. Miguelito ahora se llamaba Miguel para mí.
Con la pacificadora a la altura de sus riñones y tomándolo del brazo, fui llevándolo hasta la puerta.
Allí, la cara del pueblo fue de total sorpresa. A cualquiera de los dos nos consideraban muertos.
Muchos me recordaron cuando me anuncié, otros no sabían quien era y concluyeron que venía a tomar el pueblo por la fuerza. Los últimos instantáneamente me alabaron, me aplaudían mientras me dejaban sus vasos servidos a mis pies en señal de respeto.
La cara del alcalde era ilegible, no pude identificar su emoción, debe ser complicado descubrir que tu pueblo le es fiel al miedo y no a vos.
- Lo que me trae acá, frente a todos ustedes. Es contarles la verdad sobre quien es este hombre.
Hace 400 lunas aproximadamente llegamos acá, donde no existía nadie, donde no había nada.
Solo eramos un grupo de personas; de amigos, buscando escapar de los márgenes y sistemas sociales en los cuales no encajábamos. Pero las realidades se fueron presentando de determinadas formas y él quedó siendo el alcalde, debido a que tenía buena relación con todos y parecía el más justo.
Hasta el día en que se volteó y su moneda mostró la otra cara. Me cuesta mucho decirles todo esto. Me duele asumir que las mejores personas, en retrospectiva tienen la capacidad para ser las peores si se lo proponen.
Esta rata que ven acá, a quien muchos lo conocen solo por alcalde, se llama Mauricio.
Mauricio es una bola de mierda, disfrazada de un traje importado, status y decisiones razonbles.
Pero voy a ser un hombre justo y voy a contarles porque tengo a Mauricio bajo mi dominio en éste momento.
Hace 120 lunas, o diez años para quienes manejen el calendario; él tenía un romance clandestino con mi hijo. Romance del cual siempre supe y apoyaba a pesar de ser objetivo de risa de muchos de mis compañeros de bar. Pero aún así, eso estaba muy por debajo, muy en secreto y me consta que Mauricio estaba enamorado de Santiago -mi hijo-, por eso me duele mucho más lo que hizo.
Fueron descubiertos un día por una lengua de la que jamás se supo su identidad, porque Mauricio mandó a matar a esa lengua. Y para no negar su amor frente a él, también mató a Santiago. Condenándolo como traidor ante todos, haciéndolo pasar vergüenza y declarándonos como enemigos públicos del pueblo. Negando así sus sentimientos, para mantener su respeto.
Ojalá no haya dormido bien todos estos años y siga cansado, porque le voy a poner la almohada bajo la cabeza- Dije y le disparé sobre la sien. Vi la bala atravesarle la cabeza de izquierda a derecha.
Pero sentí que no fue suficiente.
Así que tomé su cadaver del piso y la única cosa que me quedaba para ridiculizarlo -según su concepto- y liberar al pueblo del tabú, fue besarlo.
Me prendí a chuponear ese cadaver mientras seguía tibio y tierno. Lo tomé por la nuca y comencé a acariciar su pelo mientras mi lengua luchaba con la suya, inherte. Mientras la gente aplaudía ese acto de humanidad y su sangre se mezclaba con mi saliva o se colaba entre-uñas. Recordé porque me había ido del pueblo.
Me fui porque juré no ser parte ni aportar a ese círculo violento.
Creí haberlo roto, pero solo había aumentado el radio...
Me fui porque juré no ser parte ni aportar a ese círculo violento.
Creí haberlo roto, pero solo había aumentado el radio...